Las agresiones personales no tienen justificación
By Sergio Camalich
Hoy desperté bajo la leve caricia de una mano insólita recorriendo mi brazo con rumbo a mi entrepierna.
Con la mente aún adormecida, mi cuerpo paralizado momentáneamente y sin saber qué hacer, intenté ignorar el hecho de que mi anfitrión de Couchsurfing estaba intentando algo conmigo.
“Tal vez fue un error,” me justifiqué.
Después de evitarlo un par de veces más, de explícitamente solicitar que parara y darme cuenta que no lo haría, tomé mis mochilas y salí a la calle, poco después de las 4am, con rumbo a la estación de tren, ignorando las excusas de mi Host, quien argumentaba haber estado dormido y era yo quien malinterpretaba la situación.
Quién diría que el caótico vaivén de las calles indias sería tan reconfortante.
Lo que me preocupa
Dejando de lado el hecho de que dos de los pilares más importantes de Couchsurfing han sido derrumbados en menos de 1 semana, desde que llegué a la India, ¿por qué habría siquiera de considerar el reinterpretar estos “actos inocentes”?
Soy un cabrón de 26 años, he tenido la dicha de vivir muchas cosas—buenas, malas, pero sobre todo, raras —y entiendo perfectamente la situación en la que me encontraba.
Mas ese primer instante de shock y la consecuente necesidad de hacer algo son un sentimiento para nada grato.
No me puedo ni imaginar la experiencia que ha de ser para una niña o niño que ha tenido la desdicha de toparse con situaciones peores.
De una chica que no tiene voz ni voto sobre la decisión que alguien más tomó por ella.
¿Qué decir? ¿Qué hacer?
He seguido con ánimos las protestas de mujeres en México y leído las tristes historias de muchos amigos y desconocidos.
Y sin embargo, como con todo, la situación no va a cambiar hasta que cambiemos nosotros mismos, hombres y mujeres por igual.
Abrir los ojos y admitir que muchas de las acciones que hacemos, conscientes o inconscientes, tienen base en una sistema social torcido y permisivo.
Porque también soy testigo de que vivir con el cuerpo debajo de un velo, no es garantía de recibir ese derecho—tomado tan a la ligera—llamado respeto.
La cultura no es excusa
Una cosa que aprendí recientemente es que el hecho de actuar de cierta manera, bajo la excusa de que forma parte de una cultura en particular, no es razón para mantener bajo un yugo a otro ser humano, sea cual sea su sexo.
Eso es exactamente lo que hacemos al culpar a la víctima de un acto de agresión, al creer que nos merecemos a cualquiera, a los roles de género antiquísimos, entre otros muchos ejemplos.
Sintetizado, ningún acto que ataque—directa o indirectamente—la libertad de otra persona, puede ser justificado.
Reflexionemos un poco sobre las faltas que hemos cometido y aunque ya no haya mucho que podamos hacer por lo pasado, ser honestos con nosotros para darnos cuenta de que aún estamos a tiempo de encaminarnos a un mejor futuro.
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Sergio Camalich