¿Qué has estado aprendiendo últimamente?
By Sergio Camalich
Todos aquellos que me conocen, sabrán que una de las cosas que más disfruto de la vida es bailar.
En mi familia, cuentan la historia de cómo de peque me encantaba adueñarme del centro de la pista al ritmo de Caló.
“¡Ponte atento!”, todos a coro.
Qué decir de la fortuna de mi nombre, herencia de generaciones, la cual fijaba mi destino antes de siquiera yo saber que es lo que yo era.
A lo largo de la primaria, siempre presente en los bailables. Secundaria, las tardeadas. Todo el tiempo fingiendo ser mayor que la mayoría; de edad y de todo lo demás—arrogante como solo un adolescente puede ser.
Tatahuila al ritmo del tololoche, surcando dramas universitarios fui a ahogarme en los torbellinos de la capital.
“¿A dónde vas con todo esto?”, cuestionas con intriga.
Mis años—me doy cuenta—los he pasado bailando; del tingo al tango en este juego de pinball.
Desde el 2014, he tenido la oportunidad de bailar alrededor del mundo. Desde la Huasteca hasta el Caribe Hondureño; del fondo del mar, a las cimas del mundo.
Me llevó casi 30 años y un lustro de exilio para entender la ceguera de mi ego atormentado por el pasado, constantemente embelesado por el futuro.
En el 2015, me apasioné por el buceo después de haber estado aterrado del agua toda mi vida.
En el 2016, me abrí al yoga y dejé atrás los juicios que me impedían explorar aquello que no entiendo.
En el 2017, me vislumbró Bitcoin y la esperanza del triunfo sobre el nihilismo.
En el 2018, me dí el gusto de girar mis primeros pois y con ellos se fue el peso de las ilusiones que posaba sobre mi mismo.
No tienes idea de la emoción que me causa el poder haber encontrado el pretexto perfecto para poder bailar a solas en público y no caer en la locura.
En perspectiva—y tomando en cuenta las expectativas tan guajiras con las que comencé este proyecto—nada de esto se encontraba en ninguno mis planes.
Para. Nada.
Por años no seguí más que la corriente. ¿Qué me excedí en ambiente? Quizás; me dejé fluir como el viento que refresca la sonrisa al final de un satisfactorio día más.
Reconozco y agradezco el privilegio de poder hacer lo que me hace ser libre. Esa palabra a la que por tanto tiempo me esclavicé.
Gracias a ello es que hoy intento poner atención—verdadera atención—a todas las experiencias que se me presentan. Cada respiro, una nueva oportunidad.
Y tú, ¿qué has estado aprendiendo últimamente?
Me gustaría abrir una convocatoria para cualquier persona que quiera compartir sus ideas y pensamientos conmigo, ya sea por cualquiera de mis redes sociales o por correo a segio@camali.ch.
Escríbanme o mándenme un video de 1 a 5 minutos, contándome aquellas cosas que les emocionen o motiven a aprender cada día un poquito más.